domingo, 21 de octubre de 2012

La declaración


 Viernes 19 de septiembre, 2008


Hoy después de un mes de ser amigos, Luis por fin decidió marcarme a mi casa. Mi mamá contesto el teléfono y me dijo que era para mí.  Tomé  la llamada y como lo suponía, era él. Estuvimos conversando alrededor de 20 minutos, hablamos de muchas cosas, hasta que me pido que saliéramos, pues tenía algo importante que decirme. Le respondí que sí. La cita fue el domingo a las 11 de la mañana en metro Cuatro Caminos.

Cuando colgué no pude evitar gritar de la emoción. Había conseguido que me marcara, pero lo mejor de eso fue, que me invitara a salir. No me importaba el lugar ni la hora, solo me interesaba estar con él y confesarle en ese día todo lo que llevaba guardado durante un mes.

Al día siguiente me desperté y lo único que quería era que  se pasara volando el tiempo  para que fuera domingo. Ese día acompañe a mis padres de compras, pues como cada mes es costumbre ir por la despensa de la casa. Le pedí a mi madre que me comprara una puesta de ropa porque al día siguiente tenía una cita. No me hizo gestos ni caras y me dio el dinero para comprar lo que yo necesitaba. Al llegar a casa aliste mis cosas y decidí irme temprano a la cama. No podía dormir de la emoción, tan solo de saber que algo pasaría mañana. Después de un largo rato por fin me dormí. El día llego.

Domingo 22 de septiembre.

Eran las 10:30 de la mañana. Salí de mi casa y me dirigí hacia el metro. Cuando llegue él ya estaba ahí. Lo salude y me dijo que iríamos a Coyoacán. Llegamos a  la estación de viveros y nos dirigimos hacia el parque. Mientras llegábamos me tomo la mano y me dijo que hoy me veía bonita dándome  las gracias por haber aceptado salir con él. Le respondí que no tenía porque darme las gracias ya que al igual que él  tenía algo importante que decirle.

Llegamos al parque. Un lugar tranquilo, bonito, con ardillitas por todas partes, con  gente corriendo y haciendo deporte. Era un día cálido y perfecto para este momento. No sentamos en una de las bancas que se encontraban en el parque y nos quedamos por un instante callados hasta que…saco de su mochila una rosa y unos chocolates. Me dio la rosa, tomándome la mano, me pidió que fuera su novia.

Me quede pasmada y sin palabras……

2 comentarios:

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  2. Andrea, a pesar de que parece ser una historia como miles del tipo "romance en la prepa", cuando se ha corregido la redacción (véase abajo), se deja leer con cierto interés. Uno, claro está, espera que no sea únicamente eso sino mucho más: algo original que no solo provoque nuestro interés sino también nuestro pensamiento. ¿Así será? Habrá que verlo en la próxima entrada. Y, como sabe, no vuelvo a corregir las entradas como he corregido esta.

    • El comienzo de una amistad
    • Me senté…
    • Total, ya le había pedido eso, así que había logrado lo principal: hablarle.
    • Esperé a que termináramos todas nuestras clases.
    • Lo esperé y le pregunté si podía acompañarme a tomar mi pesero, y él me respondió que sí.
    • En el transcurso del viaje le pregunté su nombre, y él también me preguntó el mío.
    • Estuvimos platicando hasta que me despedí para irme a casa.
    • Ese día fue genial porque di el primer paso.
    • Al día siguiente, cuando llegué al salón, todo cambió.
    • Me senté donde siempre.
    • Cuando él llegó, se sentó a mi lado.
    • Empezamos a platicar de lo que nos gustaba: si nos agradaban las clases, los maestros, los compañeros…
    • En fin, lo que uno siempre quiere saber de otra persona.
    • Así comenzó una buena amistad. Por un tiempo estuvimos platicando, mejor dicho, conociéndonos.
    • Llevábamos apenas un mes de clases pero sentía como si lo hubiera conocido de años.
    • Era muy lindo conmigo. Siempre me acompañaba a tomar mi pesero. • Esperaba hasta que yo me iba.
    • En la escuela me hacía reír con sus anécdotas: cosas interesantes que siempre hacían sus pláticas amenas.
    • En un mes conocimos muchas cosas de ambos, hasta que llegó el día que siempre había anhelado y que jamás pensé que podría llegar.
    • Cuando llegamos a la escuela, antes de entrar a clases, me dijo que en la hora libre tenía que contarme algo.
    • Yo le dije que sí. Pero… ¿Acaso sería lo que yo me imaginaba?
    • ¿Me diría que le gusto?
    • O peor aún: ¿que ya no quiere mi amistad?
    • Yo no podía sacarme de la mente qué era lo que él quería preguntarme, así que esperé hasta que llegó la hora libre.

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